Entrevistamos al literato Agustín Bilbao para que nos hable de “Desde la montaña de la memoria”, un poemario que no deja indiferente. Sus versos, a pesar de tener distintas lecturas, destilan grandes verdades.
“Y volverán las oscuras golondrinas,
y aplastarán los cráneos como uvas,
y se beberán su vino,
escanciado en bota de hierro…”
¿Qué te aporta escribir poesía que no te aporten otras artes que también practicas, como la escultura, la pintura, prosa…?
Un cierto grado de repentización que viene muy bien para una expresión fresca y para liberar tensiones. Esto entra en contradicción con la afirmación, muy extendida, en el sentido de que la poesía, a pesar de las apariencias, requiere de una elaboración minuciosa. El hecho es que las otras artes que me mencionas exigen, al menos en mi caso, una entrega aún mayor.
¿Dónde hallas el “germen” de un poema o de una narración?
De un poema en cualquier momento en el que la necesidad de caminar con el corazón en la mano se hace urgente. De una narración cuando una experiencia, siempre que sea compartida, pide luz.
¿Tus poemas son lo que se llama autoficción?
Sí, tienen una naturaleza semiautobiográfica.
En “Viento Norte decías que pretendías “dar la mano”: ¿qué intentas en este nuevo poemario?
Seguir dando la mano a los que amo y tenderla a los que pienso que puedo llegar a amar.
Hace poco se conmemoró el aniversario de la muerte de Gabriela Mistral, una poetisa que me consta que lees y te gusta: ¿por qué aconsejas leerla?
Gabriela Mistral tiene una doble vertiente en su pensamiento –marcadamente religioso-: la visión celeste en su cristianismo tan sui generis y la telúrica en su pasión andina. Es esta última la que me arrebata.
¿Qué estás leyendo actualmente?
Estoy leyendo a Rabindranath Tagore y a Kant. Con Kant ejercito la disciplina del pensamiento sistemático y con Tagore me purgo de los empachos que, a veces, me agobian tras leer al prusiano.
Ahora mismo, mientras respondes a estas preguntas, ¿qué música o sonidos estás escuchando?
Al principio he sintonizado con Radio Clásica. Nos han regalado con la banda musical de la película Los paraguas de Cherburgo y a continuación he puesto, en el ordenador, un concierto para violín de Brahms
El gato me susurra que mientras siga lloviendo el sonido de las gotas, al golpear el cristal, puede ir del brazo con Brahms…